De acuerdo a la revista US News & World Report, que ha examinado 38 patrones alimentarios en 21 categorías, vuelve a valorar a la Dieta Mediterránea por 8vo año consecutivo como el mejor patrón de alimentación.
La dieta mediterránea no es un patrón de alimentación restrictivo o estricto, ya que presenta una gran variedad de alimentos locales y respetuosos con el medio ambiente, por lo que se puede adaptar a diferentes gustos y estilos de vida. Además, fomenta un entorno social saludable al promover las comidas en familia o en grupo, la actividad física diaria, el descanso adecuado y la preparación de alimentos en compañía. Se caracteriza por ser rica en frutas y verduras frescas, utiliza el aceite de oliva como principal fuente de grasa, pescado y mariscos, legumbres, frutos secos, cereales integrales y lácteos en moderación, priorizando los fermentados. Asimismo, el consumo de carnes rojas es reducido.
La gastronomía chilena posee varios platos que utilizan ingredientes y preparaciones similares a este patrón, ejemplo de ello son el charquicán y los porotos granados, los cuales contienen productos vegetales cocidos y se preparan a partir de un sofrito, el cual a partir de un proceso de cocción libera antioxidantes como el licopeno, que aporta beneficios cardiovasculares.
Según el estudio PREDIMED, una dieta mediterránea rica en grasas, suplementada con aceite de oliva virgen o frutos secos, redujo en un 30% los eventos de enfermedad cardiovascular tras 4,8 años de intervención, en comparación con una dieta baja en grasas.
Sin duda, este patrón alimentario se destaca como una alternativa viable en el contexto nacional debido a sus beneficios para la salud. La alta prevalencia de obesidad (31%), el riesgo de enfermedades cardiovasculares (26%) y la diabetes (12,3%) representan un desafío significativo para la salud pública, según la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017.
